Macaron, capricho de reinas
Esas delicadas, crujientes y coloridas galletas de harina de almendra, llamadas macaron, recorrieron un largo y pomposo camino hasta convertirse en un bocado icónico de Francia. Su historia se remonta a la región del Véneto italiano y tiene todo que ver con la realeza.
“El macaron fue introducido a Francia en 1581, gracias a la reina Catalina de Médici. El motivo: entregarlos en la boda del duque Anne de Joyeuse, que tuvo lugar en Saint-Germain l’Auxerrois, París. En ese entonces eran galletas craqueladas, se consumían sin relleno.
“El duque quedó tan sorprendido con este postre, que llevó la receta a su pueblo, fundando la tradición del macaron de Joyeuse, que posteriormente se popularizó en el resto de Francia”, detalla la pastelera chilena Camila G. Elizalde.
Aquel bocado dulce se arraigó en dicha zona, cercana al Ródano, gracias a la abundancia de árboles de almendro, favorecida por el clima mediterráneo.
En 1862, las mujeres parisinas no eran admitidas en los cafés de lujo -por ser lugares reservados al encuentro entre hombres acomodados-, fue así como, Louis-Ernest Ladurée, con influencia de su esposa Jeanne Souchard, fundó uno de los primeros salones de té.
Aquel recinto, hasta hoy favorito de los viajeros para hacerse con una cajita de dulces souvenirs, comenzó a servir los macarons con dos galletas y relleno, como los conocemos hoy.